El daño al tejido cerebral causado por trauma, enfermedad o discapacidad afecta a millones de personas en todo el mundo. Cuando el tejido cerebral se daña, interrumpe la comunicación entre los nervios y otras funciones vitales del cuerpo, lo que conduce a un deterioro de las habilidades motoras, discapacidades de aprendizaje y pérdida de memoria.
Las lesiones traumáticas pueden ser causadas por un golpe en la cabeza que puede desgarrar las fibras nerviosas y causar pérdida de oxígeno a las células o liberar sustancias tóxicas que pueden inhibir la conductividad neuronal. La enfermedad o la discapacidad física también pueden causar daño cerebral; accidentes cerebrovasculares, tumores o enfermedades como el Alzheimer disminuyen la funcionalidad de las neuronas en áreas particulares de la corteza que conducen al deterioro de las funciones cognitivas y motoras.
Más información: El examen visual podría detectar el Alzheimer
Muchos trastornos neurológicos son incurables, pero se ha demostrado que tratamientos como medicamentos, terapias de rehabilitación o incluso cirugía alivian los síntomas. Sin embargo, se necesita hacer mucho más para aumentar la comprensión sobre cómo prevenir y tratar eficazmente esta condición médica.
La pérdida de audición puede acelerar la disminución del tejido cerebral
Investigadores de la Universidad Johns Hopkins y el Instituto Nacional del Envejecimiento, en Estados Unidos, han descubierto que la pérdida de audición parece acelerar la reducción del tejido cerebral que se produce con la edad. Los resultados de este estudio, que publica la revista «Neuroimage», se suman a una creciente lista de consecuencias para la salud asociados con la pérdida auditiva, incluyendo un mayor riesgo de demencia, caídas, ingresos hospitalarios y, en general, una disminución de la salud física y mental.
Para este trabajo, Frank Lin y su equipo utilizaron datos del Estudio Longitudinal de Baltimore, aún en marcha, para comparar los cambios cerebrales que se dan con el tiempo entre adultos con audición normal y otros que oyen con dificultad. Dicho estudio epidemiológico se inició en 1958 para realizar un seguimiento de varios factores de salud de miles de hombres y mujeres.
Investigaciones previas habían relacionado la pérdida de audición con marcadas diferencias en la estructura cerebral, tanto en humanos como en animales. En concreto, según se había visto, las estructuras que procesan la información del sonido tendían a ser de menor tamaño, pero se desconocía si estas diferencias estructurales se producían antes o después de la pérdida de audición. Sin embargo, en este último estudio reclutaron 126 participantes a los que sometieron a imágenes por resonancia magnética para ver los cambios cerebrales durante al menos 10 años, periodo en el que además se sometieron a chequeos médicos completos, incluyendo pruebas de audición.
Más información: Los beneficios de los audifonos y cómo pueden mejorar su vida
Al inicio de este subanálisis, 75 tenían un nivel auditivo normal y 51 presentaban ya algún tipo de deficiencia, con una pérdida de al menos 25 decibelios. Después de analizar las resonancias magnéticas realizadas posteriormente, vieron que los participantes cuya audiencia ya estaba deteriorada presentaron una tasas más rápida de atrofia cerebral, en comparación con los que tienen una audición normal.
En general, las personas con problemas de audición perdieron más de un centímetro cúbico de tejido cerebral más cada año, en comparación con aquellos con audición normal. Y las personas con problemas de audición también tuvieron una mayor contracción en determinadas regiones, incluidas las responsables de procesar el sonido y el habla.
Esto último no fue una sorpresa, según ha reconocido Lin, ya que defiende que esto fue consecuencia de que la corteza auditiva está «empobrecida» por esa falta de audición, lo que podrían favorecer la atrofia. Sin embargo, añade, estas estructuras no funcionan de manera aislada y sus responsabilidades no terminan en la clasificación de los sonidos y el lenguaje, ya que hay algunas regiones que también juegan un papel en la memoria y la integración sensorial, por lo que dicha disminución podría estar relacionada con las primeras etapas de un deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer.
Fuente: Universidad Johns Hopkins