¿Os habéis preguntado alguna vez como debe ser el día a día de un invidente? ¿Lo habéis «visto» cuando os habéis cruzado con él en la calle? Yo muchas, lo que demuestra dos cosas: la primera que yo como viandante no me he sentido chocado por la escena y la segunda, que esa persona esta capacitada a desenvolverse por si sola en medio de un ambiente “hostil” para ella.
Conclusión: esas personas, con un merito tremendo, han vencido al aislamiento que produce la ceguera y salido al mundo para “fundirse” con él. En cierto modo, ya que nunca podrá ser igual, son como cualquiera de nosotros.
¿Pero que hay detrás de esa aparente “sencillez” y desenvoltura? ¿Que obstáculos encuentra a diario un invidente? Lo mejor es leer un articulo de alguien que convive cada día con la “oscuridad” para que os deis cuenta de como es el día a día de un invidente. Os recomiendo encarecidamente leerlo ya que esta lleno de verdades, humanidad y un toque de humor con el que su protagonista afronta su día a día.
Un paseo lleno de obstáculos
El día a día en la vida de una persona invidente, aunque pueda parecer increíble, podría ser prácticamente la de cualquier vidente, si no se empeñaran en hacer ciudades poco accesibles y poner obstáculos en aceras y calles, algo fácilmente subsanable si simplemente se tomaran en cuenta los consejos de accesibilidad de la ONCE.
Esta es al menos la conclusión que se obtiene tras un paseo con el exdirector de la ONCE Guadalajara, Juan Antonio Saiz, ciego desde hace 38 años por culpa de un glaucoma. Ciego, sin eufemismos, porque como él mismo dice, «cuando se dice con naturalidad y sin voluntad de ofender, esa es la palabra, igual que uno es rubio o moreno».
Y es que, añade, «la mayoría de los ciegos nos reímos de nosotros mismos, lo vivimos con la mayor normalidad». Juan Antonio es un fiel y admirable ejemplo de ello. Quedarse ciego no supuso para él interrumpir su vida o aislarse en su casa, formó una familia, tuvo dos hijas, fue miembro del Consejo de la ONCE y director en Guadalajara durante 16 años, hasta que se jubiló en mayo de 2011. Ahora le sustituye en el cargo su mujer, Elena Rodríguez, deficiente visual grave, con una visión del 0,07%.
«Yo me lo tomé con filosofía, porque solo tienes dos opciones, o tirar adelante o pegarte un tiro, porque lamentarte durante toda tu vida no sirve para nada, yo he seguido viviendo mi vida igual«, cuenta Juan Antonio.
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Las nuevas tecnologías
La ciencia y las nuevas tecnologías también han hecho mucho por los discapacitados en general. «Hace 50 años te quedabas ciego por un glaucoma seguro, ahora puedes perder visión solo, y hace 25 años era impensable que un ciego manejara un ordenador«.
Juan Antonio pese a ser invidente navega por Internet o habla por el móvil gracias a unos programas especiales que leen la información. «Entre tú y yo no hay ninguna diferencia con un ordenador o un móvil, solo que tú utilizas la vista y yo el oído«, explica. Y no solo eso. “Todos los electrodomésticos de mi casa hablan, parece una jaula de grillos”.
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Vestirse, trabajar, vivir
Tampoco resulta un problema vestirse con los nuevos detectores de colores, aunque antes de que existieran era cuestión, simplemente, de ser ordenado. «La ropa me la organizo yo, si me rompen el orden en el armario es cuando tengo problemas», cuenta Juan Antonio.
Por si aún no ha quedado claro, insiste. «Ahora un ciego vive como una persona normal, con limitaciones, claro, no se puede ser cirujano, pero sí abogado, economista o periodista».
Desde luego, nada que ver con el panorama que tuvieron que vivir hace décadas las personas ciegas. «En mi pueblo, Salmerón, había una mujer invidente que nunca sacaban de casa, antes era como una vergüenza, los ciegos estaban aparcados, sobre todo en el medio rural», matiza Juan Antonio.
Por supuesto, enamorarse tampoco es un problema. “No se ve con los ojos de la vista, sino con los ojos del alma. El ciego se fija más en la voz, en la sensibilidad, en el espíritu de la persona. Lo que importa es la persona, y eso sería una buena filosofía también para los que ven”, aunque Juan Antonio también conoce matrimonios desechos tras la invidencia de uno.
Problemas de accesibilidad
Precisamente por estos motivos, cuando las nuevas tecnologías y la ciencia han hecho tanto por los invidentes, y estos se sienten y viven de manera totalmente normalizada, es más difícil entender que aún hoy en día les pongan trabas urbanísticas, más aún cuando «no cuesta más hacerlo bien, al revés, cuesta menos», apunta el ex-director de la ONCE. Se trata solo, añade, “de un problema de concienciación, no quieren entenderlo, porque hay cosas que son de cajón”.
Recorriendo las calles de Guadalajara con Juan Antonio, uno se da cuenta de lo difícil que resulta no chocarse contra una señal de tráfico, un poste, una farola, un bolardo, una jardinera o cruzar la calle, porque la mayoría de los pasos de peatones están mal señalizados o sin señalizar, incumpliendo así la normativa de accesibilidad.
“No nos hacen ni caso”
“Hemos hecho sugerencias y nos ofrecimos a asesorar con nuestro técnico de rehabilitación en cuanto a mobiliario urbano y accesibilidad en general al Ayuntamiento, al arquitecto técnico, a los jefes de obra, a todos, cuando empezaron las obras del centro, durante y después, pero ni caso, han hecho las cosas mal, como les ha dado la gana”, se lamenta Juan Antonio.
Resulta difícil comprender por qué cuesta tanto contar con los discapacitados a la hora de diseñar o reorganizar una ciudad. “Nunca se ponen en contacto con nosotros cuando hacen una obra pública, y cuando les pregunto que por qué no nos llaman, dicen que cumplen con la ley, pero es mentira”, asegura.
La Ley 1/94 de Accesibilidad de Castilla-La Mancha es, según Juan Antonio, miembro de la Mesa de Accesibilidad del Consejo de Barrios, “muy buena”, con un único pero: “no se cumple”.
Cualquiera lo puede comprobar poniéndose una venda en los ojos, sientes un vacío y un miedo enormes. «Yo me lo conozco porque vivo aquí, pero un invidente que venga de fuera, lo tiene muy difícil para cruzar o no chocarse». Juan Antonio pone de ejemplo de accesibilidad a Azuqueca, donde ha vivido durante muchos años, sobre todo la calle del Prado y la Avenida Siglo XXI.
Obstáculos más frecuentes
Juan Antonio nos señala obstáculos en las calles de Guadalajara. “Hay jardineras en medio de las calles, o el paso de cebra que hay a continuación del Jardinillo, que no está señalizado por ningún lado, o la jardinera baja de hierro al inicio de la calle Montemar, que te puedes hasta romper una pierna”.
También nos señala la mala colocación de señales en la calle Capitán Arenas o en la Cuesta del Reloj, de bolardos antirreglamentarios por doquier, como los de la Plazuela de Don Pedro, parquímetros en medio de la acera y totalmente inaccesibles para discapacitados físicos, y pasos de cebra sin señalizar en la calle Mayor, Plaza del Jardinillo, o Paseo de Doctor Fernández Iparraguirre, entre otros.
Por último, un consejo de Juan Antonio sirve para todos, videntes e invidentes. “No hay que amargarse la vida, hay que mentalizarse, luchar, buscar alternativas siempre y ser feliz, porque no vas a recuperar la vista o lo que sea que te falte, hay que tirar para adelante”.
Unas 250 en la provincia, 130 en la capital
Según estimaciones de la ONCE, en España viven unas 72.000 personas invidentes, 252 en la provincia de Guadalajara, y 130 en la capital. Además, cada año pierden la vista en Castilla-La Mancha unas 150 personas, 4.000 en toda España, por diferentes causas, siendo las más comunes la rinopatía diabética, la degeneración macular, el glaucoma o los accidentes.
En la ONCE y en Fundación ONCE trabajan 130.000 personas, puestos directos, y aporta al Estado 540 millones de euros al año en concepto de IRPF y nóminas. Juan Antonio Saizse muestra muy orgulloso de ello.
“En España los ciegos no somos una carga para la sociedad y para el Estado, al revés, generamos riqueza, y pagamos impuestos, mientras que en Europa reciben una pensión vitalicia. España es el único país del mundo con una organización para ciegos, deberíamos sentirnos orgullosos de ello”.
La ONCE busca un trabajo para todos sus socios adaptado al perfil de cada uno. “En la ONCE no hay paro, si tú quieres, trabajas”, afirma Juan Antonio.
El ser humano, como dice este invidente, sin eufemismos, tiene una gran capacidad de adaptación. “El 60 por ciento depende de ti, el 40 por cien de la ONCE. Yo soy como soy y vivo como vivo gracias a mi trabajo, gracias a que me lo ha facilitado la ONCE”, y porque, repite su máxima ”siempre hay que seguir adelante”.
Yo conoci a un ciego, le trate bastante, pero era ruin, terco, orgulloso, rencoroso, envidioso, quisquilloso, encizañador, mal intencionado, retorcido, conspirador y muy muy embustero
A su favor decir q era perseverante y ordenado, pero ya digo, un mal bicho
Ok
no estaría mal un proyecto con esta similitud para mexico y para su comunidad